
El municipio de Vilamartín de Valdeorras, en la provincia de Ourense, ha sido devastado por un incendio forestal que ha calcinado entre el 80% y el 90% de su territorio. Al iniciar la segunda semana de este desastre ecológico, el fuego ha consumido más de 60.000 hectáreas en la región, y tanto los alcaldes como los residentes de las áreas afectadas comienzan a enfrentar la cruda realidad tras las llamas.
"Nos sentimos completamente abandonados", expresó Ignacio Zaraoza, un vecino de Cernego, una de las localidades más afectadas en Vilamartín de Valdeorras, al ser consultado por Europa Press. Ignacio y su esposa, Isabel, son uno de los pocos que lograron salvar su hogar en medio del caos y la destrucción.
Ignacio reveló que diez casas en su comunidad se redujeron a cenizas, incluidas las de vecinos que residían allí durante todo el año. "La mayoría eran propiedades de veraneantes", añadió.
Gorane Barrueko, otra residente de Cernego, describe la situación como un "desamparo total". "Nos dijeron que éramos pocos y que si el pueblo se quemaba, así sería", relató con tristeza, mientras su tía, Manoli Taboas, se encontraba devastada, contando que su hogar fue consumido por el fuego y que se siente "sin nada".
Los habitantes han quedado sin servicios básicos como agua y electricidad, dependiendo de generadores improvisados. "Aquí no aparece nadie para ayudarnos", lamentó Nagore Fincias al ver la ruina de la casa de su madre, completamente arrasada.
"Es desgarrador observar todo lo que hemos perdido; los recuerdos están hechos cenizas", comentó Nagore, entre lágrimas. A pesar del desolador panorama, ella mantiene la esperanza de reconstruir, aunque reconoce que su madre no tiene las fuerzas para hacerlo. "Solo gracias a la comunidad, hemos encontrado algo de apoyo", añadió.
En otro punto de la región, los residentes de San Vicente de Leira enfrentan un escenario similar, con un pueblo devastado tras luchar horas contra el fuego sin ayuda. Antonio Fernández, uno de los pocos que pudo salvar su casa, explicó que las autoridades les indicaron que se marcharan y que no recibirían asistencia.
El fuego ha arrasado con todo a su paso, generando una atmósfera apocalíptica. "Nada quedó en pie, había tanto humo que apenas se podía ver", relató Antonio, quien se aventuró a salvar su hogar. Jaime Fernández, el único residente que permaneció durante el incendio, describió los eventos como un "infierno". "Intenté apagar cinco casas hasta que me quedé sin agua, y lo único que veía eran llamas enormes", añadió.
Los vientos intensos jugaron un papel crucial en la propagación del fuego. Desde el viernes, el sonido ominoso del incendio alertó a los vecinos, quienes se preparaban para lo peor. "Estábamos aterrados", confesó Rubén Álvarez, otro habitante de la zona.
Por fortuna, una nueva vía de emergencia, habilitada recientemente, permitió que algunos vecinos escaparan mientras la carretera habitual estaba cerrada por las llamas. "Sin esa ruta, muchos no estarían aquí hoy", apuntó Luisa González, madre de Rubén.
Santiago Sánchez, un residente de Cernego, contó cómo él y otros 15 vecinos se unieron para enfrentar al fuego. "La situación parecía controlada al principio, pero de repente comenzó a acercarse", explicó, observando cómo el fuego se movía de manera impredecible.
Los vecinos de Cernego también destacaron el heroísmo de un habitante que, solo y armado con un balde, luchó contra las chispas, logrando salvar lo que pudo. "Si no hubiera sido por él, el pueblo podría haber estado completamente perdido", afirmaron.
El alcalde Enrique Barreiro (PSdeG) reiteró que la devastación fue abrumadora: "En San Vicente, el 80% de las casas han sido destruidas; en Cernego, un 30%". La magnitud del desastre requirió una respuesta comunitaria, y varios jóvenes se unieron a la lucha contra el fuego tras un llamado por redes sociales.
Sin embargo, la frustración por la falta de ayuda oficial es palpable. "Gritamos por ayuda, nuestros pueblos ardían, pero nadie llegó", lamentó Barreiro.
Más de 20 vecinos han tenido que ser trasladados a un albergue municipal mientras las llamas amenazaban sus hogares. "La gente quiere volver a su pueblo, y estamos intentando proporcionar agua y luz de forma temporal", señaló el alcalde.
Las viñas en Vilamartín y Córgomo también sufrieron terribles pérdidas, pero actuaron como una barrera natural contra las llamas, protegiendo a las comunidades. "Ahora, debemos aceptar que la realidad de nuestros montes ha cambiado y que necesitamos aprender a gestionarla", expresó Barreiro.
Este martes, un contingente de zapadores del ejército llegó para ayudar con la limpieza y recuperación de escombros, lo que fue considerado un alivio necesario. Mientras tanto, el fuego continúa avanzando, con más de 20.000 hectáreas consumidas en la última noche en Valdeorras.
Ignacio Sánchez, jefe del Servicio de Prevención y Defensa de Incendios Forestales, advirtió que la situación es crítica y que los equipos de emergencia han estado trabajando largas horas sin descanso. "Esto no es solo un incendio; vendrán más, y necesitamos estar preparados", concluyó.
Newsletter
Entérate de las últimas noticias cómodamente desde tu mail.